jueves, 22 de noviembre de 2012

VISA POR CINCO DÍAS






































-Si fueras como tu hermana seguramente conseguirías más cosas de las que quieres.
-Con lo que tengo me basta para ser feliz. El estudio es para mediocres que no saben hacer su propia vida sin un maestro que los guíe.
-No sé qué voy a hacer contigo Isabela. No sé qué mala educación te he dado para que te comportes así.
Así es, esa es mi hermana Isabela, una niña rebelde e incontrolable. Mis padres no se la aguantan y a pesar de todo lo que han luchado, o mejor dicho, hemos luchado, nada ha sido suficiente para que Isabela cambie su actitud. Vivíamos en el barrio Rosales en Bogotá, yo estaba en sexto semestre de arquitectura en la universidad Javeriana, mientras mi hermana estaba empezando bachillerato en el colegio Marymount (nunca supe cómo llegó a bachillerato con la actitud y las malas notas que tenía).
Fue en diciembre de 2010 cuando íbamos hacia la costa en la camioneta de mi papá. Entre lluvia, un parabrisas roto, neblina y noche caímos en un barranco. Por un momento dije “al fin me libré de Isabela”, pero como siempre dice mi mamá “hierba mala nunca muere”. El que murió fue mi papá. Cinco cirugías, un trasplante y una pierna amputada lo hicieron quedar en coma durante 1 año  hasta que decidimos desconectarlo y que descansara sin tantos tubos en el cuerpo. Fue ese momento en el que dije “la plata no lo puede todo”. Siempre pensé que lo teníamos todo: carros, motos, ropa, celulares, tarjetas de crédito, etc. Nada de esto pudo salvar a mi papá. El hombre que me enseñó cómo era la vida, el único que me guardó mi máximo secreto: que era lesbiana, pero que no era capaz de decirle a mi mamá, una mujer tan conservadora, que lo mínimo que haría sería echarme de la casa. Pues así fue como empecé a luchar por mis sueños. ¿Qué hay más allá de Colombia? Mis papás odiaban viajar fuera de Colombia, decían que era un país que lo tenía todo, que no necesitábamos ir a buscar gente diferente, que lo único que harían sería rechazarnos por ser colombianos.
Tras la muerte de mi papá aumentaron las peleas con mi hermana. No sabía cómo una niña de 12 años se iba a preocupar tanto por la herencia que le dejaría su padre. Así fue como recibimos gran cantidad de dinero que nos había dejado mi papá, unas cuantas fincas y unos cuantos carros también nos correspondieron a mi mamá, a mi hermana y a mí. Isabela se fue de la casa a vivir en uno de los apartamentos que le dejó mi papá, dejó el estudio y dedicó su tiempo a gastar la plata que le había correspondido de la herencia. A pesar del odio que nos teníamos, siempre que hablábamos me decía “yo quiero conocer Nueva York, todas mis amigas han ido menos yo”. Siempre le decía que para qué, que acá lo teníamos todo, pero en el fondo me moría de ganas por conocerlo al igual que ella. Fueron tantas razones por las que decidí luchar para irme a Nueva York, lógicamente sin mi hermana que lo único que hacía era estorbarme y fumar marihuana. Fue así como  empecé a entrenar día y noche para competir en el concurso de la mejor futbolista de la universidad. Sirvió tanto el esfuerzo porque me lo gané. ¿Y cuál era el premio? Lo que tanto deseaba: un viaje para dos personas todo pago a Nueva York por una semana. El 23 de noviembre sin decirle nada a nadie me fui con Andrea, mi novia, para Nueva York. No me creía tanta perfección: buena comida, buen hotel, la mejor rumba, la mejor ciudad que había conocido, los mejores tragos y la mejor compañía, mi novia. Pero después de esos cinco días empezó el sufrimiento, cuando yo ya no me quería devolver, pero que no podía quedarme porque la visa me la habían dado con el plan turístico que me había ganado en la universidad. ¿Visa por cinco días? ¿Por qué? Yo lo que quería era quedarme a vivir allí, pero fue ahí cuando todo se me vino al piso, cuando empezó la lucha y la supervivencia, cuando perdí toda la vida de niña rica que tenía en Bogotá.
Mi mamá siempre tuvo miedo de que saliera de Colombia, pero como siempre: a la mamá uno nunca le hace caso. Así fue como la corazonada y el sexto sentido de mi mamá funcionó. Empezaba diciembre y el invierno cada vez era más fuerte,  nuestro dinero cada vez era menos y el plan turístico con el que habíamos viajado nos estaba buscando. Entre mendigar comida, dormir en la calle, dormir en hostales baratos e incluso robar duramos varios meses. Dos jóvenes que luchaban por su amor y el sueño americano con el único deseo de armar una vida juntas en una ciudad “perfecta” como Nueva York. En este momento no entiendo qué perfección le veíamos a un país lejano donde nos faltaba hasta la comida, donde el sueño cada vez era más pesado, donde las ganas de vivir se iban agotando.
Pasaban los días, las semanas e incluso los meses y la empresa turística nos seguía buscando. En ese momento comprendí que la seguridad en Estados Unidos es como en las películas, mucho mejor que en Colombia. Pero yo luchaba por realizar una nueva vida allá. Entre tanta travesía conocí varia gente, entre esas una caleña que llevaba viviendo 14 años en Nueva York, nos hicimos muy buenas amigas. La caleña un día me dijo que la única manera de que consiguiéramos la residencia y poder realizar una nueva vida allá sería casándonos con un “gringo”. Pues mis ganas de quedarme allá eran tan grandes que nos conseguimos la plata para sacar papeles falsos en los que decía que Andrea y yo éramos hermanas, le pagamos a un hombre “gringo”, Joe, para que se casara con Andrea y de ese modo nos legalizáramos más fácil. Fue un proceso largo para convencer a Andrea, realmente los hombres no es lo nuestro y el hecho de tener que aparentar que está casada con un hombre le molestaba, al igual que a mí. Vivimos los tres en un apartamento por cinco meses, después este hombre se fue y dijo que ya podíamos sacar los papeles. Cuando creí que todo sería perfecto todo se me volvió a desvanecer. Mareos, vómitos, antojos, depresión, fueron todas las cosas que me hicieron sospechar que Andrea no se encontraba bien. Ella siempre ha sido una mujer muy extrovertida pero desde que Joe se fue de la casa Andrea había cambiado toda su actitud. Le comenté a mi amiga caleña la situación y me dijo “hermana, su mujer como que va a estar embarazada”, no le creí, le peleé y le dije que era imposible, que ella nunca se iba a acostar con un hombre, sin embargo, la duda se sembró en mi cuerpo y al salir de la casa de la caleña compré una prueba de embarazo. Entré a la habitación sin tocar, haciendo el máximo ruido, con la respiración más agitada que he tenido en tiempos y sin mirarla a la cara le dije entregándole el paquete “Andrea, hazte esta prueba de embarazo”. Andrea sin decir nada se fue al baño y entre lo lejos alcancé a escuchar su llanto, su tristeza acumulada, sus ganas de salir corriendo. Pasaron diez minutos, los más largos de mi vida, salió Andrea del baño y mirando al piso me dijo “dos rayas, es positivo”. En ese momento me sentí como la persona más estúpida, quería pegarle, abrazarla, llorar, tocarla, morir, no sabía qué hacer, y con la voz quebrada le dije “¿Ese niño es de Joe?” Andrea con los ojos rojos e hinchados de tanto que lloró en el baño ya no le salía una lágrima más y me dijo la frase más fuerte que ha salido de su boca “¿Joe me violó y este hijo es de él?”  ¿Qué? ¿Qué clase de persona era ese hombre? ¿Y ahora yo que iba a hacer? No podía ir a la policía porque nos estaban buscando, no podía llamar a mi mamá porque siempre ha odiado a Andrea y con voz de mamá me dirá “te lo advertí”, no sabía qué hacer y lo único que se me ocurrió fue llamar a mi “adorable” hermana.
-Isabela, Andrea está embarazada.
-Yo siempre supe que tenías pipí.
-Déjate de bobadas, no tengo más plata, el poco sueldo que tengo no me alcanza para nada. Necesito que viajes a Nueva York, saques plata y la traigas. Tú siempre has querido conocer Nueva York, es la oportunidad.
-Estás loca que voy a hacer eso por ti… Bueno aunque me está gustando mucho la idea, con la única condición de que me dejes sacar más plata del banco para gastármela en compras en “New York”.
-Sí, sí. Pero sabes que no te van a dar la visa tan rápido así que viajas a Cali y allá preguntas por Rosa le dices que vas de parte de Carmen, mi amiga la caleña, ella te dará todas las indicaciones para que viajes sin necesitar visa. Mi número es 3474920974, llámame cuando estés en Cali y no le digas nada a mamá.
-Quién lo creería que te iba a hacer un favor algún día. Chao, te llamo mañana.
Sin más palabras Isa colgó, en ese momento empecé a sentir un poco de amor por mi hermana.
Al día siguiente Isabela me llamó:
-Hello, estoy ya en Cali, veo que este viaje va a ser algo largo, pero rico, para eso me voy de vacaciones.- lo decía con una risita insoportable y la voz irónica que odio.
-Ponte seria por un tiempo, que necesito que llegues lo antes posible con esa plata.
-Me dicen que en 3 días estoy allá.
-Acá te espero, llama cuando llegues.
Por un momento tuve un mal presentimiento, sentí que algo malo iba a pasar. Pero, ¿debía creerle a mi sexto sentido? O ¿eso es solo de mamás? No sé, lo que sí sé es que mi corazón empezó a acelerarse, mi mente empezó a funcionar tan rápido que ya no sabía en qué concentrarme: mi hermana viajando de manera ilícita, mi novia embarazada, mi plata disminuyendo cada día más, mi mamá odiándome…
Pasaron los 3 días e Isabela no llamaba. Eran las 10:40 pm y yo seguía al lado del teléfono del hostal donde estábamos viviendo y nada que llamaba. Me empecé a preocupar pero Andrea para calmarme me dijo “Tú sabes que esos viajes pueden alargarse, debe estar cerca pero no ha podido comunicarse”. Traté de mostrarle tranquilidad y le dije “Vamos a cenar, ya llamará”.
¿Ya llamará? ¿Ya llamará? Fue la frase que me quedó en la cabeza, con la que me hice la idea de que en algún momento llamaría. El hecho de saber que mi hermana corría peligro me llenaba más de amor hacia ella, pero eso ¿de qué me servía? De nada, mi pequeña hermana de 12 años (aunque parecía en mente y cuerpo mayor que yo) estaba corriendo peligro, y lo peor de todo, por mi culpa.
Desde que viajé a Nueva York nuca recibí una llamada de mi mamá (pues ni sabía el número), pero no hizo el menor esfuerzo para encontrarme, sin embargo, ahora cuando Isa se había fugado de casa sonó el teléfono. Con la ilusión de que era mi hermana corrí hacia el teléfono y con un efusivo “Hola” la saludé:
-Toña, ¿dónde carajos está tu hermana?
Al oír esa voz, sentí mis piernas temblar, mi saliva espesa que tragué con dificultad, con la voz temblorosa respondí “¿Mamá?”
-Déjate de tonterías, no llamo para saber cómo estás, no me interesa, ya me acostumbré a vivir sin ti; pero ahora, cuando lograba tener a Isabela controlada se me escapa de casa, y no sé porque, presiento que fue a buscarte.- con el miedo más grande que he sentido hacia mi mamá le dije con cinismo “no tengo idea de dónde pueda estar Isabela, yo estoy en Nueva York, mamá, y sabes que no me entran ganas ni de escucharle la voz a esa niña.” Con un “chao” y nada más mi mamá colgó. Empecé a tener más miedo, pero preferí guardármelo y no preocupar a Andrea, que aunque tenía pocos días de embarazo prefería no enfermarla de estrés para cuidar al bebé, o bueno al feo feto.
Pasaron las semanas y mi hermana no llamaba. Le conté a la caleña la situación y enseguida se fue a mi casa a decirme “hermana, vos no podés tener un hijo en este momento, y menos un chino que no es de vos. Cambiate que nos vamos pa´ un lugar donde su mujer puede abortar”. ¿Abortar? No se me había ocurrido esa idea, en mi lenguaje esa palabra estaba prohibida, en mi familia no aceptarían algo de ese estilo, en mi colegio y universidad ya me habrían echado. Le dije a la caleña: “Pero si Andrea quiere tenerlo yo no se lo puedo prohibir”. Hablé con Andrea, y como ya era usual en ella me dijo llorando “Me pone triste abortar pero en este momento no quiero un hijo y menos de un maldito violador.”
Así fue como nos fuimos al lugar conocido por la caleña para que Andrea abortara. Andrea y yo estábamos nerviosísimas, sin embargo la caleña presentaba una actitud tan descomplicada como si el caso del aborto lo realizara todos los días que ya se había vuelto normal para ella. Ese lugar no me generaba mucha confianza, estaba algo sucio y la gente no presentaba la higiene adecuada para generar un aborto. A las 5:50 pm Andrea entró al cuarto de “cirugía” (si así se le puede llamar a ese cuarto oscuro, con una simple cama). Esperé dos horas y no salía, impaciente y desesperada salí con la caleña a una tienda que había al lado para tomarnos un café. En ese momento de tensión la caleña y yo no hablábamos, noté que ella estaba tan preocupada como yo, lo único que rompió el silencio fue el sonido de su celular. Fue el ringtone más tenebroso que aceleró mi respiración, mi mente, mi corazón. La cara de la caleña no decía buenas noticias, mientras la caleña hablaba por celular con su cara de miedo salía el “médico”, mejor dicho señor cualquiera que hace abortos, pensé que me daría malas noticias, sin embargo, con cara de felicidad (opuesta a la de la caleña en ese instante) me dijo “su hermana ha salido satisfactoriamente del aborto, puede entrar a verla que está un poco adolorida.” Se me pasó el susto de aquella llamada de la caleña y con señas le dije a la caleña que ya salía, que iba a ver a Andrea. Lucía muy triste, sin embargo había salido bien, que era lo que más temía en ese momento. Entró la caleña y me dijo “tu hermana ha muerto.” No supe qué responder, lo dijo tan de repente que no me dio tiempo para expresar mi felicidad de que Andrea estaba bien, se cruzaron los sentimientos y tan solo me salió una lágrima (la más sincera que me ha salido en mucho tiempo). Con tristeza, cargo de conciencia pero a la vez felicidad por Andrea, fuimos al hostal, la caleña se despidió de mi con un fuerte abrazo y un “hermana, lo siento” y se fue.
En toda la noche Andrea lloró por su aborto y yo por mi hermana, hasta que en la madrugada caímos en un sueño profundo que los llantos ya cesaron y pudimos descansar. Bueno lo de “pudimos”, no sé qué tan claro pueda ser ya que al levantarme Andrea no estaba, pero tampoco estaba su maleta, sus fotos, nada, todo se lo había llevado. ¿A dónde se habrá ido en una ciudad tan grande como Nueva York? Andrea era muy dependiente, nunca salía sola a la calle, le daba miedo enfrentarse a una ciudad tan grande y desconocida. Es el momento en que no sé dónde pueda estar mi enamorada, el amor de mi vida, la razón por la que decidí cometer locuras para armar una nueva vida en Nueva York, la ciudad tan deseada.
Ya han pasado 5 meses desde tantos acontecimientos en menos de un día: la muerte de mi hermana, la desaparición de Andrea y el triunfo de la policía de encontrar a María Antonia Vélez, hija del difunto Marcos Vélez, buscado por la policía estadounidense por tráfico de drogas. Cuando llegó la policía al hostal creí que era por parte de la empresa de turismo, pero ahí comprendí gran parte de mi vida, entendí por qué nunca salíamos de Colombia, por qué vivíamos tan bien, por qué teníamos carro, tarjetas de crédito, club, en fin tantos lujos. Tantos lujos pero con dinero ilícito. Ahora estoy aquí en Colombia, extraditada, sin oportunidad de salir del país por largo tiempo, viviendo como una más del común, trabajando para pagar mi universidad y poder terminar, pagándome con mi humilde sueldo un cuarto en un apartamento en el sur de Bogotá. ¿Y mi mamá? En la cárcel, por cómplice de mi papá. Ahora comprendo que la felicidad no está en otro país, que la riqueza material no es para toda la vida y que el odio por mi hermana solo quedará en mi consciencia, en mi remordimiento.

                                                                                                            Anna Michelle McGrath

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